1

Los tipos de monedas griegas

La dracma era al comienzo la principal unidad ponderal. Luego, con este término se designó también una moneda de plata. La dracma representaba en peso la mitad, mientras que el entero lo constituía la estatera, que cuando ésta era de oro equivalía a 20 dracmas. Los tipos, o sea la figura u objeto representado, que aparecen en las monedas griegas suelen consistir en el emblema de la ciudad o del soberano, y constituyen el elemento que les confiere el poder de circular. A menudo la imagen principal se acompaña de figurillas colocadas en el campo o en el exergo (pequeño espacio en la parte baja de la moneda): en este caso se hablará de símbolos, que están vinculados a acontecimientos concretos, como en el caso de una Nike (figura alada que representa la Victoria) o de una panoplia (armadura de soldado expuesta como trofeo de guerra) tras una batalla de resultado favorable. Un ejemplo de esta última representación lo hallamos en las monedas de Siracusa, probablemente emitidas para celebrar la derrota de Atenas tras la invasión de Sicilia.

Una extraordinaria variedad

En los comienzos de la producción monetal griega, encontramos un predominio de figuras de animales (pensemos en el toro y el león en las monedas de Acanto, en Macedonia, de la primera mitad del siglo V a. C.) o de seres fantásticos, como la Gorgona (presente en las monedas de Oibia, colonia fundada por Mileto a orillas del mar Negro, hacia el año 400 a. C.) y el grifo (que aparece en las acuñaciones de Abdera, en Tracia, que pueden fecharse hacia los años 530-500 a. C.). Los temas se inspiran también en plantas (el apio en el caso de Selinunte, la rosa en el de Rocas) y en cuanto tuviera relación con el culto o con las actividades principales de la ciudad emisora, ya fueran agrarias, comerciales o marítimas: recordemos el atún de Cízico, el racimo de uvas en Naxos, la espiga de trigo en Metaponto, el trípode en Crotona, la jarra y la copa en Tasos y Quíos. Hay también algunos tipos llamados parlantes porque se sirven de juegos de palabras para consignar el nombre de la ciudad: la foca sugiere Focea y el león, Lentini. En la elección del tipo es muy importante el elemento religioso: Atenea para Atenas, Artemisa para Éfeso, Poseidón para Posidonia (nombre griego de Paestum), Aretusa para Siracusa. En el reverso encontramos elementos vinculados al culto de divinidades como la lechuza, el ciervo (en las monedas de Caulonia) o el águila de Zeus. El héroe Taras representado como jinete de un delfín en las monedas de Tarento se referiría, por su parte, al mito ligado a la fundación de la ciudad. Entre las monedas que remiten a divinidades, merece particular interés la espléndida personificación de Apolo en las monedas de Clazomene, en Lidia, obra de Teodato y que puede fecharse en el año 360 a. C. : el retrato del dios, visto frontalmente, lo resuelve el autor con gran plasticidad y sentido del movimiento. Además, la expresión de poderío y crueldad, característica de Apolo, se sugiere sencillamente, con unos pocos trazos en los ojos y en la boca.

La iconografia de la magna Grecia

La difusión de la moneda se produjo de Oriente a Occidente, por lo que necesariamente, si bien con cierto retraso, en el transcurso del siglo V a. C. las ciudades de la Magna Grecia y de Sicilia hubieron de organizar sus propias emisiones. En el sur de la península, las primeras ciudades que acuñaron moneda son Cumas, con el tipo de la concha, y Terina. Luego, en la segunda mitad del siglo V a. C., Nápoles (Neapolis significa ciudad nueva, ) produce piezas que presentan en el anverso la cabeza de la sirena Parténope y en el reverso, el tipo del toro androcéfalo barbado, evidente referencia al dios fluvial Aqueloo, que lo había engendrado. Nacen a continuación las cecas de Heraclea y de Turi, que emiten monedas con la representación del toro embistiendo, mientras que Tarento inicia la famosa serie del jinete sobre un delfín. En Reggio aparecen en las monedas la biga de mulas y la liebre corriendo. La elección de estas dos iconografías tan curiosas y singulares remite a episodios ligados a la vida de la ciudad: la primera celebra la victoria de Anaxilas, tirano de los años 494 a 476 a. C., obtenida en la carrera de bigas tiradas por mulas celebrada en Olimpia; la segunda recuerda la introducción de la liebre en Calabria, hecho probablemente de gran resonancia. En Sicilia encontramos la ceca de ZancieMessana (nombre antiguo de Messina), que produjo didracmas con el tipo del león frontal y la proa de nave durante la ocupación de los samios, y luego monedas con los mismos tipos que Reggio tras su conquista por Anaxilas.

Las monedas mas bellas del mundo

Las consideraciones sobre la valía de los artífices de las monedas de Italia meridional nos llevan a referirnos a las de Siracusa, consideradas las más bellas del mundo. El esquema iconográfico siguió siendo el mismo bastante tiempo, pero contrariamente a lo que se ha observado en el caso de Atenas, el estilo cambia sensiblemente en el transcurso de los años, en una evolución y con soluciones de categoría artística como para dar lugar a un caso único en la historia de la numismática. Siracusa, que, no lo olvidemos, aún se regía por un gobierno oligárquico encabezado por un tirano, había escogido para sus monedas una cuadriga en el reverso, y el perfil de la diosa Artemisa Aretusa rodeado por cuatro delfines en el anverso. En el año 480 a. C., Siracusa derrota a los cartagineses en la batalla de Himera, y en recuerdo y como celebración de esta victoria el tirano Gelón manda acuñar tetradracmas con esta iconografía. Se llaman Demareteia, en honor de la esposa de Gelón, la bellísima Demarete, a la que los prisioneros cartagineses ofrecieron sus coronas: con la plata de éstas se acuñaron las monedas. Estos tetradracmas llevaban también en el anverso un león corriendo colocado en el exergo, probablemente símbolo de la vencida Cartago. La hermosura de la diosa Artemisa Aretusa y la dulzura de sus rasgos la elevan a la categoría de símbolo de la armonía. El tema lo resuelven a lo largo del tiempo de manera diversa y espléndida grabadores de gran valía, a los que cabe incluso el honor de firmar sus obras. Hacia los años 440-430 a. C. aparecen en las monedas los nombres de Eumenes, Frigilo y Evéneto. Tras la batalla del año 413 a. C., en la que los siracusanos vencieron a los atenienses, se acuñaron diversas decadracmas grabadas por el gran Evéneto, por Cimón y por Euclidas, este último autor de unos tetradracmas rarísimos que presentan a Aretusa de frente. También Agrigento, que había adoptado en los albores de su producción monetal el tipo del camarón, hacia finales del siglo V a. C. acuña una serie de decadracmas de gran belleza y muy raras: en el anverso se representan dos águilas que despedazan una liebre, escena que evoca los versos de un coro del Agamenón de Esquilo; y en el reverso hallamos una cuadriga de caballos lanzados al galope, sobrevolada por un águila con una serpiente entre las garras; abajo, el antiguo símbolo de la ciudad, el camarón. Otra ceca que puede atribuirse una pequeña obra maestra entre sus emisiones es Catania. Hacia el año 415 a. C., Heráciidas, otro gran artesano-artista, graba los cuños para un espléndido retrato de Apolo, de mirada relampagueante de poder y de soberbia, con la cabellera dispuesta d una manera que se convierte casi en una forma decorativa. Numerosas y no menos interesantes son las demás cecas de la Magna Grecia. Entre las ciudades de fundación aquea: Tarento, colonia de Esparta, con sus delfines; Metaponto con la espiga; Síbaris con su figura que mira atrás; Crotona con el trípode. Locris, fundada por los locrios, con el águila que ataca la liebre. Posidonia, la romana Paestum, también con el tipo del toro. Cumas, fundada por colonos de Eubea hacia mediados del siglo VIII a. C., con la concha. Velia con el león. En Sicilia, además de las ya citadas monedas de Siracusa y Agrigento, recordemos Gela, con los tipos de la cuadriga y del toro androcéfalo; Palermo con las cabezas de caballo, Segesta con el perro, Centuripe con la lira. La gran novedad con respecto a la producción griega radica en que se acuñan numerosas monedas de bronce, y es interesante recordar que este metal es característico de las monedas romanas. El impulso al progreso recibido desde las tierras colonizadas fue verdaderamente notable. Los asentamientos griegos solían efectuarse en las regiones de economía y cultura más bien atrasadas, a las que los colonizadores imprimieron un considerable y a menudo decisivo desarrollo, por lo general de manera pacífica. Los benéficos influjos de esta fértil unión entre cultura griega y mundo indígena se dieron también en las zonas itálicas no directamente colonizadas por los helenos, e incluso en la Grecia propia, puesto que la expansión colonial estuvo en la base del desarrollo económico de todo el mundo griego, y condujo a la superación de la economía de tipo agrario. La misma forma en que se emprendió esta colonización permitió mantener vivos y vitales muchos elementos específicos de los pueblos autóctonos, y se creó una cultura extremadamente rica y adaptable que a veces precede en el tiempo a las innovaciones de la madre patria (en cuanto a evolución social o política) y la supera en las nuevas formas de actividades culturales y espirituales como la poesía, la historiografía y el pensamiento científico.

Influencia en la Península ibérica

La colonización griega se extendió por todo el litoral del mar Negro y Mediterráneo, además con una considerable penetración en Asia. Su influencia cultural destacó en los países de su entorno, la actual Italia y Turquía. En la península Ibérica la presencia griega fue patente en todo el litoral del Mediterráneo, pero sólo hay constancia de acuñaciones de monedas en el Emporitón (Ampurias) y Rhode (Rosas). De estos asentamientos, el primero fundado por la colonia griega de Marsella, y el segundo por griegos procedentes de la isla de Rocas. Fueron productores de bellas dracmas con las leyendas de Emporitón y Rodetón, ya desde el siglo IV a. C. ; utilizando los tipos de caballo parado alado y la rosa abierta, respectivamente. No cabe la menor duda que estas ciudades fueron las primeras en introducir la moneda en la península, dando origen en las mismas cecas a las primeras acuñaciones ibéricas tan extendidas durante los siglos siguientes por toda la península.