Monedas con contraseñas y cistóforos

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En las monedas romanas se encuentran a menudo contraseñas. Se trata de símbolos, figuras o letras que se grababan en una segunda fase, en piezas ya acuñadas. Conviene distinguir entre las contraseñas privadas y las oficiales, efectuadas por el Estado. Las primeras se realizaban con un punzón en frío, y las segundas, más frecuentes, se grababan en caliente, llevando la moneda a una temperatura que, sin llegar a fundirse, admitiera los signos de la contraseña. Durante el período imperial romano, abundan los ejemplares de bronce con contraseña, sobre todo para la época comprendida entre los reinados de Nerón y de Galieno (siglos 1-111), mientras que las contraseñas son más raras en las monedas de plata. Hasta hace poco tiempo se creía que no existían monedas de oro con contraseña, pero en 1989 se descubrió un áureo de Tiberio (años 14-37) en el que resultan evidentes dos letras impresas con un punzón de 3, 5 milímetros de diámetro.

Por que se ponían contraseñas en las monedas

Son diversos los motivos por los que se ponían contraseñas en las monedas, esto es, por qué se modificaba con un elemento muy visible una pieza ya completamente acuñada y utilizada para el cambio. La contraseña podía ofrecer una garantía añadida sobre la bondad del metal y su peso, o podía autorizar un nuevo lanzamiento al mercado de monedas ya retiradas, cuando faltaba el metal para la acuñación de nuevo numerario. Podía suceder también que tras la muerte de un emperador aún no estuvieran dispuestos los cuños con el retrato de su sucesor: mientras tanto, se hacían circular monedas acuñadas bajo el emperador difunto, con una contraseña consistente en el nombre del nuevo soberano. En otros casos, las contraseñas atestiguaban la adhesión a un determinado partido político: tal es el caso de algunos punzones que aparecen en monedas del año 69, el agitadísimo año de los cuatro emperadores. En este período, el vacío de poder y la confusión política fueron tales y de tal magnitud, que se acostumbraba testimoniar la fuerza adquirida por el partido de cada uno mediante una contraseña en las monedas, el vehículo propagandístico más influyente de aquellos tiempos.

Los cistoforos

Entre las monedas denominadas imperiales griegas (úrbicas, coloniales, provinciales) se cuenta asimismo el grupo de los cistóforos. Se trata de monedas de plata que toman el nombre del peculiar tipo que las distingue: la cista (un recipiente de forma cilíndrica), de la cual sale una serpiente. Esta original iconografía se relaciona con el culto de Dionisos, puesto que en las diversas versiones mitológicas vinculadas a este personaje (llamado también Baco) se hace referencia a marañas de serpientes que, por encanto, aparecían al manifestarse el dios, honrado como patrono de la naturaleza y como dispensador de vida y de vino a los hombres. El culto de esta divinidad se pierde en la noche de los tiempos, y es verosímil que desde el mundo oriental llegara a Roma y a los territorios controlados por ella. El cistóforo sigue prácticamente el mismo itinerario: nacido hacia el año 200 a. C. en las ciudades de Asia Menor que formaban parte del territorio de Pérgamo, se extendió con rapidez a Misia, Frigia y Lidia, hasta qué fue adoptado también por los romanos, que habían llegado a Anatolia. Al principio, estas monedas no llevaban otra indicación epigráfica que el nombre de Filetero, el fundador de la dinastía de Pérgamo. Esta representación agradó a los romanos, que continuaron la acuñación aun después de crear la provincia de Asia (año 133 a. C.), y realizaron las emisiones en nombre de los magistrados o los emperadores. De Marco Antonio a Septimio Severo se encuentran ejemplares de esta serie caracterizada por el peso basado en la metrología griega, puesto que se trata de tetradracmas. En las monedas romanas, no siempre está presente la cista mística: por ejemplo, en las primeras emisiones, en nombre de Augusto, aún la encontramos, pero en las posteriores tiende a desaparecer. Muy pronto, también en la otra cara se va alterando la iconografía original de las dos serpientes que rodean imágenes de tema variado. Este elemento, después de haber caracterizado los cistóforos griegos, aparece por última vez de forma completa en las monedas de Marco Antonio y de su esposa Octavia (casada con él en el año 40 a. C. y repudiada en el año 32 a. C.). Los principales centros de producción de los cistóforos fueron Pérgamo y Éfeso. Y, en efecto, a menudo en los cistóforos de época imperial aparecen evidentes referencias a esos centros. En una pieza acuñada en tiempo de Adriano (años 1 1 7-138) domina, por ejemplo, la estatua de Diana de Efeso, claramente citada además en la leyenda , Diana ephesia), flanqueada por dos ciervos, animales consagrados a la divinidad. Con el tiempo, la iconografía de los cistóforos se uniformiza con respecto a la de las monedas coloniales, y presenta figuras simbólicas (por ejemplo, Claudio y la Fortuna, Vespasiano acompañado por una mujer que representa Roma), enseñas legionarias (Domiciano) o espigas de trigo (Trajano). Lo que sobrevive de las primeras emisiones y que continúa caracterizando esta serie tan original es el peso, que ya no se refiere al denario corriente.

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