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Napoleón Bonaparte, emperador y gran falsificador

Entre los factores que concurrieron a hacer de Austria uno de los Estados más poderosos del siglo xvili, se contó su solidísima estructura financiera. La guerra de Sucesión austríaca, las grandes reformas y los conflictos con la Prusia de Federico el Grande endeudaron gravemente el reinado de María Teresa, pero una primera y notable ayuda a las finanzas estatales provino de las obligaciones del Wiener Stadt Banco, el banco central del Imperio de los Habsburgo, con sede en Viena. A partir de 1759, el erario pudo contar con los Banco-Zettel, o sea los billetes de banco de 10 y 20 gulden (florines), seguidos, en las series más completas impresas en 1762, 1771, 1784 y 1796, con valores de 5, 10, 25, 50, 100, 500 y 1. 000 gulden. Inicialmente, los billetes fueron acogidos favorablemente por la población. Luego, la guerra con Francia requirió ulteriores emisiones, que causaron su consiguiente pérdida de valor.

El precedente de los asignados

En los primeros años del siglo xix, Napoleón asestó un rudo golpe a la solidez de los BancoZettel, y con ello a las finanzas de los Habsburgo. En Francia, durante el peffodo revolucionario, los asignados habían sido ampliamente falsificados por las potencias enemigas y por los fieles a la causa monárquica. La enorme masa de los billetes adulterados había contribuido a la pérdida de valor de los asignados. Habiendo asimilado esta experiencia, Napoleón estableció duras condenas para los faisificadores, considerados enemigos de la patria: quince años de cárcel @, con cadenas, @ y marca con hierro al rojo con la letra F (falsificateur) en el hombro de los culpables. En 1806, tras la victoria de Austerlitz sobre rusos y austríacos coaligados, el emperador de los franceses comenzó a estudiar la posibilidad de llevar a la ruina a sus dos grandes rivales, mediante la falsificación de su papel moneda. Había observado que Austria, pese a lo gravoso de su esfuerzo bélico, lograba mantener una sana administración financiera. Era consciente de que este excepcional resultado se debía a la notable eficacia y rectitud de los responsables del Stadt Banco de Viena, y de los financieros austríacos, que actuaban en sintonía con los objetivos del gobierno. Se convenció por ello de que atacar el sistema monetario significaba golpear en el corazón del odiado enemigo. Después de haber ocupado Viena, Napoleón puso al frente del Stadt Banco a funcionarios austríacos, pero como gobernador de la capital nombró al general Ciarke, duque de Feltre.

Los gulden falsos de Napoleón

Napoleón introdujo luego en el banco algunos espías, que en breve tiempo consiguieron sonsacar todos los conocimientos técnicos necesarios para la fabricación de los BancoZettel. Todas las noches, los falsos obreros franceses se introducían en los talleres del banco, estudiaban la maquinaria y mandaban a París las instrucciones necesarias para la fabricación de réplicas. En la capital francesa coordinaba la operación Fouché, el astuto jefe de la policía napoleónica, que había organizado la sede de las falsificaciones en un piso del número 25 de la rue de Montparnasse. El asunto se mantenía en tal secreto, que se produjeron dos episodios curiosos. Primero, el prefecto de París y luego el comisario de policía del distrito denunciaron los extraños movimientos en el piso al propio Fouché, que ordenó a todos la máxima reserva. Hubo de intervenir incluso Napoleón en persona, y con una orden reservada prohibió a cualquier persona entrar en el edificio. Al jefe de los grabadores, el parisino Lale, se le proveyó de un salvoconducto en el que constaba la prohibición a todos los funcionarios de policía de efectuar investigaciones sobre su persona. Este habilísimo artesano de la falsificación dispuso veinticuatro planchas de grabar, de cobre, cada una de las cuales podía imprimir hasta 6. 000 billetes de banco perfectos. Los billetes se @, envejecían a continuación, frotándolos con una escoba sobre un pavimento cubierto de polvo. Los faisificadores de las firmas lograban reproducir un millar todos los días. La emisión del 1 de enero de 1800 fue completamente falsificada, excepto el valor de 50 gulden. Todavía hoy son bastante comunes los billetes del Banco de Viena, y resulta difícil distinguir los falsos. El hecho de que sólo el billete de 50 gulden sea raro, confirma la enorme cantidad de las falsificaciones napoleónicas. Aunque estaban disponibles desde hacía tiempo, Napoleón aguardó el momento oportuno para introducir los billetes falsos en Austria, momento que llegó en 1 809, después del armisticio de Znojmo. Los franceses distribuyeron 400 millones de billetes falsos, lo que representó un golpe durísimo para la economía imperial. La cuestión de las falsificaciones fue incluso discutida entre Metternich y Napoleón en los acuerdos para el matrimonio de este último con María Luisa, hija del emperador Francisco ¡l. El canciller austríaco pretendía la restitución de la maquinaria, pero Napoleón se negó, aunque se comprometió a no imprimir más billetes, con tal de que por parte austríaca no se divulgaran noticias sobre las falsificaciones.

Falsificacion de las assignatsii

La experta mano de Lale volvió a servir a los grandes proyectos de Napoleón, que estaba haciendo planes para la guerra con Rusia. Las assignatsii rusas ya se falsificaban en 1807, pero cuando la invasión fue un hecho, la producción se reanudó a ritmo industriai. En 1812 se encargaron a Lale más de ochocientas planchas de cobre, y para la impresión se le facilitaron no menos de veinticinco prensas. La falsificación de los rubios era mucho más fácil que la de los billetes austríacos: los falsos son hoy fácilmente reconocibles, pues las firmas se reproducen en facsímil, y por tanto están impresas con la misma tinta que el resto del billete. cambio, como se estampaban con pluma, al, cabo de poco tiempo adquirían un color marrón claro. Gracias a la cación de rublos, Napoleon obtuvo notables ventajas: ante todo, podia esperar con fundamento poner de rodillas la economía rusa porque, pese a que los gobernantes estaban al corriente de estos planes, la mayoría de la población, campesina y analfabeta, no estaba en condiciones de reconocer los billetes falsos. Además, su uso facilitaba los aprovisionamientos del ejército francés, or ue los ertrechos se adquirían con billetes falsos directamente en cada lugar. Esta circunstancia, entre otras, presentaba al invasor francés como fraterno y honrado, el cual no se encontraba en Rusia para depredar, sino para aportar los ideales de libertad e igualdad, aparte tantos buenos rubios. Los campesinos no entraban en sospechas cuando eran pagados con billetes recién salidos de las prensas; antes bien, los aceptaban de muy buen grado. La operación, sin embargo, triunfó sólo parcialmente, debido a la incompleta difusión de los billetes falsos y, sobre todo, a la derrota sufrida junto al Bereziná. En 1814 los rusos entraron en París y trataron de localizar el lugar donde operaba Lale, quien, fiel a Napoleón hasta la muerte, había logrado trasladar todo su equipo técnico a Tours. La fabricación de billetes falsos de otras naciones provocó también episodios de espionaje. Para estas operaciones Napoleón confiaba sólo en Lale, y con razón: incluso después de la muerte del emperador, rechazó notables sumas a cambio de la publicación de sus memorias. En cambio, el jefe de la policía, Fouché, si bien coordinó todas las operaciones desde Pa@s, era controlado por no menos de dos grupos de informadores: una escuadra lo espiaba directamente, mientras la segunda vigilaba tanto a Fouché como a la primera escuadra, por miedo a que él pudiera corromperla. Oficialmente, Napoleón confió el encargo de la operación en Rusia a Ciarke, quien podía aducir la experiencia adquirida con el antecedente vienés ro también eso era una maniobra para desorientar: mientras los espías del zar seguían a Ciarke, en realidad el responsable era el fidelísimo general Savary, duque de Rovigo.